Quioscos: Los sobrevivientes de Plaza Italia
El 18 de octubre inició el estallido social en Chile, con protestas en varias ciudades del país, entre ellas, la capital, donde la Plaza Baquedano se convirtió en el epicentro de movilizaciones y concentraciones.
Incluso, manifestantes decidieron rebautizarla como Plaza de la Dignidad, por ser el lugar de encuentro diario, para mostrar su descontento frente al modelo económico y político que imperan en el país, así como para exigir mejores condiciones de vida, para exigir dignidad.
No obstante, la plaza también se convirtió en el escenario de múltiples destrozos, siendo afectados principalmente los locales comerciales de la zona.
Aunque muchos locatarios han cerrado sus puertas, no solo por sufrir destrozos, saqueos e incendios, sino también por los gases lacrimógenos y los comerciantes ambulantes, los quioscos son los grandes sobrevivientes de estas jornadas de protestas que cumplen cerca de 100 días en el país.
Marcela, tiene más de 11 años en el lugar. Señala que protestas como estas no las había visto hasta este momento, “nunca que hubieran sido tan largas y fuertes”. “La gente trabajaba. Uno veía las personas, ahora no veo a las personas que trabajan ahí. Entonces, igual es fuerte porque estoy como estresada de ver todo como está apagado…Muchos amigos míos, gente que yo conocía aquí, no tienen trabajo, entregaron los locales. Yo no se cuánto se va a demorar esto en ser lo mismo”, apuntó.
Por su parte, Luis, quien lleva más de 22 años trabajando y viviendo en el sector, coincide en que es la primera vez en ver un fenómeno así. El comerciante contó al equipo de Agencia UNO que no ha sido fácil continuar y sobre cómo han debido reajustar la venta y compra de mercadería para evitar perder sus productos.
“Los cambios han sido rotundos. No vendemos prácticamente nada, en comparación a lo que vivíamos antes(…) “, indicó y añadió que el día adía se ha transformado en llevar y traer mercadería. “Nosotros trabajamos con mercadería afuera y tenemos que desarmar todo y preocuparnos de que no nos roben”, apuntó.
Luis, Marcela y otros locatarios, señalan que las pérdidas bordean el 80% y 90%. “Aquí hay gente que no vende prácticamente nada. No venden lo que se vendía antes. No viene gente en la noche. Acá no hay luz”, agregó el primero. Sin embargo, añaden que no son precisamente los manifestantes quienes cometen los destrozos o saquean los locales.
“He perdido harto, pero así como he perdido harto, he tenido que comprar menos. Estoy viviendo día a día. Porque tampoco puedo comprar mucho, ni tener tantas cosas, porque aquí el quiosco me lo abrieron, no los de la marcha, pero la gente que siempre roba. Se metieron y me robaron”, aclara Marcela.
La locataria añadió que quien le “robó el quiosco no es de marcha, esos gallos que se prestan para meterse a los quioscos(…)Si fueran los de la marcha…yo he tenido miles, millones de gente delante mío, esto era apretado de gente. No me robaron, ni un chicle”, aclaró, momento justo cuando una pareja de protestantes se acercaba a brindarle comida para su perro.
Para muchos de los vendedores su quiosco es su único sustento. Su mayor temor es llegar un día y no encontrarlos. Mientras Marcela cubre los gastos de sus dos hijos y su mascota; el matrimonio de Luis, depende de las ganancias que genera su local. Otro de los comerciantes, que prefirió no identificarse, señala que su local ha pasado por tres generaciones y “no quisiera quedar como quien perdiera el negocio familiar”.