Mascarillas con el toque de un sastre en Barrio Italia

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Danilo, tiene 10 años trabajando en el sector del diseño y la confección. La mitad de esa década, ha sido levantando su negocio “Justo Sastrería”, ubicado en Barrio Italia, donde ya había establecido un vínculo con sus clientes y logró establecerse en el mercado; hasta que fue obligado a cerrar sus puertas por la emergencia sanitaria debido al coronavirus, situación que lo llevó a reinventarse haciendo mascarillas.

El sastre, relató que al principio de su carrera se dedicó a la elaboración de ropa corporativa, institucional, uniformes e, incluso, estuvo un tiempo haciendo zapatos en Uruguay; hasta que consiguió su pasión en la realización de trajes a la medida, estableciendo su negocio en el reconocido sector capitalino.

Sin embargo, como tantos otros comerciantes, Justo se vio golpeado por la crisis sanitaria y las medidas preventivas que se han aplicado para evitar la propagación del Covid-19 en el país.

“Catastrófico (…) Nos quedo la escoba por la pandemina. Nos frenó todas las entregas”, exclamó y explicó que, entre abril y mayo, pasó de hacer casi 50 trajes, a 0.

Este martes, el modisto se enteró que su tienda seguirá cerrada una semana más por la cuarentena establecida por el Gobierno para una parte de la comuna de Ñuñoa, que es donde se encuentra su local.

“Mi tienda sigue en cuarentena. Estoy en Ñuñoa. No puedo abrir mi tienda. Una vez más quedamos cerrados”, lamentó.

Pese a esto, el emprendedor aseguró que en el negocio de la sastrería se desarrolla un vínculo, “se crea cierta amistad con los clientes”, que le ha permitido “sobrevivir”. Añadió que sus compradores, entendiendo la situación, “empezaron a prepagar las piezas” y eso le permite comprar material para cumplir con los pedidos y además para crear un pozo, que en la actualidad es utilizado para confeccionar y donar mascarillas.

Danilo, contó al equipo de Agencia UNO que lleva cuatro semanas elaborando tapabocas para el combate del virus, inicialmente con tela y talleres pagados.

Desde que comenzó con la iniciativa, ha repartido cerca de 500 mascarillas, en su mayoría entregadas en los accesos del metro, pues considera que ahí pasan gran cantidad de personas que pueden necesitar este implemento, fundamental para evitar el contagio. Destacó que los ciudadanos “lo agradecen mucho porque son reutilizables, se lavan”.

Asegura que se mantuvo así un tiempo, hasta esta semana empezaron a venderlas, por iniciativa de los propios clientes. “No todos querían que les regaláramos”, apuntó. Incluso, reveló que una persona de un colegio le hizo un encargo de 500 tapabocas, que serían repartidos entre el alumnado, profesores y apoderados.

Justo, señaló que actualmente hace entre 100 y 150 mascarillas diarias, todas con tela de camisa. Y desde que empezó a venderlas, lo hace por paquetes de 6 unidades por un valor de 12 mil pesos, precio que asegura le permite regalar dos a quien no puede adquirirla.

En paralelo, decidió continuar con su trabajo a domicilio, tras el llamado de sus clientes. “Tengo trabajo extra por entregar. Atendemos a domicilio. Seguimos trabajando, pero avanzamos con la pandemia”, afirmó.

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