Desde el inicio de la pandemia, con la pérdida de puestos de trabajos y las medidas de confinamiento, han disminuido los ingresos de los hogares y en paralelo han aumentado las ollas comunes en el país.

Muchas de estas ayudas se registran en los sectores vulnerables de Chile, donde la ayuda del Estado es insuficiente y muchos sobreviven de lo que se hace en un día, tarea que se ha convertido en una hazaña en cuarentena.

Sin embargo, en un recorrido del equipo de AgenciaUno por distintos sectores de la capital, nos encontramos con tres lugares en barrios considerados de clase media, donde la ayuda comunitaria es necesaria para llevar un plato de comida a la mesa.

En primer lugar, visitamos la Iglesia Presbiteriana de Santiago, ubicada en pleno centro de la comuna, donde se entregan almuerzos desde hace muchos años, pero la demanda se ha incrementado entre 2020 y 2021.

De acuerdo a las personas que trabajan en el lugar, ahora se entregan cerca de 150 platos de comida tres veces por semana, una cifra impensada antes de ser notificado el primer caso de Covid-19 en la ciudad de Talca.

Hacia el sur de la Región Metropolitana, se encuentra la Junta de Vecinos Renacer de San Miguel, una agrupación que decidió organizarse para entregar al menos 40 almuerzos diarios a los vecinos de la comuna que se han visto golpeados por la crisis económica y sanitaria.

Para costear la mercadería, los miembros de la junta recaudan ropa de segunda mano, a través de donaciones, que luego es vendida a bajo costo. Sin embargo, no han tenido la misma suerte con el voluntariado, pues aseguran que ha ido disminuyendo y eso les impide entregar más platos.

Por último, en el barrio Bellas Artes, en Santiago, los habitantes decidieron levantar un proyecto para llevar alimentos a quienes no han podido costear un mercado en estos meses. Algunos señalan que esta es una opción a la idea de realizar una olla común, bien sea por considerarla compleja, complicada o vergonzosa, ya que nunca se imaginaron encontrarse en una situación similar.